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Thursday, December 22, 2011

Tan diferente, y tan la misma...


Feel So Different...

Sentirse tan diferente y al mismo tiempo la misma, es una conclusión a la que pocos podemos llegar al fin de otro año. Pues eso me ha pasado a mí.

Se supone que al madurar uno crece, o al revés algunas veces... cuando creces te ves forzado a madurar, y siempre me han dicho que soy un ejemplo del caso contrario. Todos me logran ver como lo que mi imagen externa muestra. ¿Exitosa? Al menos siento que me faltan muchas cosas para poder hacerme llamar de esa forma... ¿Estable? Cuando nadie puede conocer mi real Yo, porque si lo muestro odiarían o les costaría entender mi inestabilidad, ni yo misma la entiendo. ¿Buena amiga? Cuando he abandonado a más del ochenta por ciento de mis amistades a través de los años... denominándolo como la 'limpieza' necesaria para quedarse con lo bueno (pero quién demonios me creo para evaluar a las personas por su calidad, no sabría cómo, dónde, cuándo ni por qué hacerlo). ¿Buena profesora? Eso es lo único que me queda, porque eso sí que considero que soy, absolutamente, completamente y sin discusión alguna... Y ahí me queda dando vuelta la frase de mi mejor amiga, que supone que, como ella, entramos a nuestras carreras porque 'no nos quedaba otra'. Cuando me lo dijo quise detenerla, explicarle, pero si no la apoyaba la hubiese hecho sentir sola en sus decisiones... es mejor que crea que no es la única que se ha equivocado. Yo amo lo que hago, siempre quise enseñar, de chica me enamoré del Inglés, así que 'what the hell???'

Y ahora que queda claro que no soy ni la mitad de lo que imaginan, esperarán ver 'the real me'. Siento desilusionarlos. Eso queda sólo para mí. Sólo yo sé qué soy, y qué trato de hacer para hacerme feliz a mí misma. Lo que sí he notado es que la culpa ya no me acompaña.

Mi antigua 'yo' hubiese estado llorando a mares al considerarse mala persona, poco leal, mala amiga. Pero de verdad, la de ahora, mi 'yo' actual está por sobre esas cosas - debo decir que también odio decir esto, temo las quejas de los que me conocen - pero ya bast
a de estar pensando en los demás antes que en mí. Yo quiero hacer lo que estoy haciendo, quiero escaparme algunas veces, quiero espacio para mis sueños - porque no quiero ser realista - porque siendo realista todos estos años me he perdido toda la diversión de la vida; siendo la correcta he conseguido rodearme de gente inmadura que pretende que los aconseje - ¡pero para eso retomen sus relaciones maternales!

¿Será cierto que cuando hago las cosas que más me producen adrenalina, felicidad, el sentido de lo prohibido, me vuelvo más mala persona? Pero ya basta de esas preguntas retóricas, quiero vivir mi realidad, aceptarla, disfrutarla. No me queda otra que decir que sí, soy eso. No me queda otra que decir sí a la historia que arrastro hace años, que me hace ser mi 'yo' real, aunque surjan los miedos de nuevo, aceptar mi pasado para vivir el futuro. Hasta hace poco no me lo permitía, pero ahora pretendo tomarme las cosas no con calma, sino que con pasión, tal vez vivir apresuradamente me enseñe a llevar las riendas de mi vida como yo quiero, con la ad
renalina a mil, sin juzgar ni siendo juzgada.

Si tengo que llorar por lo que he perdido lo haré y no quiero cuestionamientos, ya no lo superé, jamás lo superaré, ni los fármacos, ni las consultas psicológicas, ni las reuni
ones familiares funcionarán como sedantes de esa realidad indesmentible. Si quiero luchar por la persona que amo y llevarme las críticas de todas las personas que no la consideran para mí
, ¡problema de ellos! soy yo la que amanece siempre a su lado, ellos no sabrían identificar sus estados anímicos ni apreciar sus olores como yo. Si quiero retomar amistades perdidas, lo haré, pero sólo con aquellos que quiero

volver a ver; los que me han sabido hacer feliz en algún momento de mi corta vida. Si quiero escaparme de Santiago por un fin de semana sola, sentarme en las rocas de La Cueva del Pirata y sonreírle a la mar - que siempre consideré mi amante - mientras recuerdo mi infancia llorando de agradecimiento y felicidad de haber vivido esos mágicos años, sólo espero que me comprendan.

Confieso que he vivido, como diría nuestro querido Neftalí. Confieso que he amado hasta la locura, que he entregado mi corazón ensangrentado manchando la realidad. Confieso que he odiado a tal punto de matar mentalmente a esas personas (Q.E.P.D.). Confieso que he temido, sobre todo por mi integridad cuando la persona que más amo, me dañó. Confieso que la seguiré amando no sé por cuánto, porque me enseñó que eso nadie lo sabe. Confieso que me cansa mi familia, pero es lejos lo que me llena de vitalidad, felicidad... y bellos recuerdos. Es increíble cómo ayer tomé un bus al trabajo que justamente servía para llegar a la casa de mi abuela... y deseé seguir de largo, llegar allá, almorzar con ella, verla dormir mientras hace que ve las teleseries, verla peleando con los litigantes de la Doctora Polo, esperar a mi mamá que llegue del trabajo y que me acurruque como cuando niña, que me explique que trabaja por mí y por nuestra felicidad como lo hacía cuando tenía tres o cuatro años, me lo repetía cada noche para evitar las pataletas mañaneras que le dificultaban salir de casa al colegio a enseñar. Iba en el bus, decidida a seguir de largo, llamar a mi jefe, decirle que me sentía mal, llegar a La Cisterna y respirar mi niñez de nuevo. Simplemente tomar un descanso de esta agitada vida y volver... volver...

Pero cuando miré por la ventana estaba cruzando la Alameda, toqué el timbre y apresuré el paso... iba atrasada a la clase.

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