Moz and the City

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Monday, January 28, 2008

The same deep water as you...

Antes de acceder a crear una nueva entrada me di cuenta de la última fecha en que publiqué un texto en el blog... era el cumpleaños de mi Tata. Hoy que actualizo es el aniversario de mi tío Ramón. Hace doce años que no está acá.

Doce años... doce. Tenía diez años cuando todo pasó, y no sé por qué tengo cada momento tan guardado, grabado dentro. No fue la primera muerte que presencié, antes la muerte se llevó a mi tío Nano, el chofer; salíamos a dar vueltas en su micro verde, comiendo dulces frugelé... 'entremos por el túnel de árboles, tío!' solía pedirle; él me miraba sonriendo y manejaba por esa avenida que tanto me gustaba. Mi tío Nano murió a causa del cáncer que se lo fue comiendo de a poco; recuerdo que la última vez que lo vi, entré a su dormitorio para saludarlo, estaba postrado en cama, con sus ojos apenas abiertos, respiraba apenas, quejándose del dolor que le causaba el mal que llevaba soportando un buen tiempo. Yo tenía ocho años, y era la primera vez que veía a alguien tan cercano a mi en ese estado; recuerdo que esa tarde que entré a la pieza de mi tío me miró y me sonrió con sus ojos... de repente metió su mano bajo las sábanas a un costado de la cama y buscaba algo... mi tía que estaba ahí le decía que que se quedara tranquilo, pero él apenas la reconocía. Yo me acerqué haciendo caso al movimiento de su otra mano... y sonriendo triunfante de haber encontrado lo que buscaba, sacó del costado de su cama un frugelé rojo para ofrecérmelo.

La muerte de mi tío Nano no me afectó tanto como a mis primos, sus hijos. Es decir, para mi fue como un algo que iba a suceder tarde o temprano; con el tiempo, viéndolo sufrir tanto, llegué a pensar que sería mejor que Dios se apiadase de él y se lo llevara pronto. Y así fue.

Pero el caso de mi tío Ramón es un cuento aparte. Cuando chica nunca tuve una figura paterna, criándome siempre con mis tíos y tías, mis abuelos y mi madre, aprendí que la figura paterna sí es reemplazable e incluso innecesaria. Mi tío mayor era él... alto, delgado y unos ojos verdes que te leían el alma. El más inteligente de sus hermanos, el más culto, el regalón de sus tías y de sus padres; el único universitario - en ese tiempo era casi milagro que alguien estudiase en la universidad - un hombre independiente, de pocos pero buenos amigos... correcto, de buenos modales. Era el claro ejemplo que yo aprendí a seguir desde pequeña. Frases como 'baja los codos de la mesa', 'no hables con la boca llena' y miradas desafiantes me educaron junto con los cariños de mi madre. Siempre terminaba llorando a la hora de almuerzo, era cosa de que me mirara reprobando mi forma de actuar para que mis ojos se inundaran, rompiera en llanto en la mesa, y terminara encerrada en mi pieza negándole la entrada a cualquier persona. Mis abuelos siempre lo retaban por lo duro que era conmigo, pero él siempre decía que era la mejor forma de educar, y pensándolo bien, se lo agradezco.

Yo creo que en gran parte lo que soy se lo debo a él, a los principios que junto a mi madre me inculcó, la responsabilidad, el amor por el estudio, el deseo de ser alguien en la vida, pero un 'alguien' importante, una persona capaz de ser feliz con lo que hace y de sentir la vocación de un trabajo.

Él fue siempre aventurero, de repente se iba de viaje por meses, o se iba a vivir a diferentes lugares. Y con el tiempo se dio en los gustos, se compró el auto de sus sueños, una moto, otro auto para ir a trabajar... y siempre decía que uno tenía que aprovechar las cosas en vida...

Nunca lo comprendimos bien hasta que cayó en cama... y nunca se supo qué tenía, hasta años después. Y pocos llegaron a saberlo verdaderamente.

Supimos de su enfermedad en Noviembre de 1995, recuerdo que la Navidad y el Año Nuevo de ese año fueron los más tristes que viví... mi tío en la silla de ruedas, de cabecera en la mesa, olía a remedio; apenas se quedó un rato con nosotros y luego dijo: 'Brinden y bailen por mi, que yo harto que he brindado en mi vida; ahora les toca a ustedes'.

Cuando Enero empezó, su vida se fue apagando de a poco, no lo dejábamos solo en las noches, siempre se turnaban para acompañarlo, rezarle un rosario, o simplemente observar si es que dejaba de respirar en la madrugada. Recuerdo que insistí mucho para que me dejaran quedarme; no querían que yo me quedara cuidándolo siendo tan chica, pero el abatimiento de mi abuela, de sus hermanas y de mi madre eran sorprendentes y como estaba de vacaciones escolares quería ayudar en algo, aliviar el peso que las mujeres mayores de mi hogar llevaban en sus hombros.

Recuerdo esa noche como si fuese anoche. Yo sentada en el berger mientras él dormitaba, me aferré a la biblia y le leí algunos capítulos; recé más que nunca para que mejorara, ya que dentro de mi inocencia sentía que había una cura para mi tío. No dormí en toda la noche, hasta que en la mañana apareció una tía con una de las inyecciones que le ponían y me dijo que fuera a dormir si quería ayudar en la tarde; y como lo que más deseaba era ayudar le hice caso inmediatamente.

Y se fue dos días después, un 28 de Enero de 1996... a las 4 de la tarde. Y justamente hoy a esa hora su imagen apareció en mi cabeza, me acordé de él, vi la fecha, la hora, y comprendí. No te hemos olvidado, no te he olvidado. Nunca lo haré.

Creo que esta semana será un poco bajada; no sé por qué me pasan estas cosas; según psicólogos es un duelo que nunca realicé. Según yo, es algo que no puedo evitar, es mi forma de ser. Lo que sí me estoy sintiendo como de cinco años de nuevo, cuando me reprobaba con su mirada y yo lloraba; no porque él fuese malo, sino porque lo defraudaba con mis acciones.

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